jueves, 7 de julio de 2016

Santorial de hoy - San Fermin

Entre lo que se sabe del santo, cabe destacar que el siete de julio no fue una 
fecha significativa en su vida ni en su muerte. De hecho, no se le comenzaría a rendir tributo en ese día hasta 1591, cuando el obispo Bernardo de Rojas y Sandoval trasladó, a petición del pueblo, la festividad en su nombre, celebrada hasta entonces el 10 de octubre, por ser más cálido el tiempo y para que coincidiera con la feria de ganado. 

Según Goñi, San Fermín nació a mediados del siglo III en la romana Pompaelo, actual Pamplona, primogénito de un senador local, Firmo. Años después de su nacimiento llegó a la zona el predicador Honesto, discípulo de Saturnino de Toulouse (Francia) dispuesto a evangelizar una región en la cuál todavía se veneraba a los dioses romanos. Allí se encontró con Firmo y su familia, a los cuáles logró convencer de que abrazasen la Fé cristiana gracias a su oratoria.
Tras persuadir a los Firmo, Honesto volvió a Toulouse para informar a Saturnino de sus progresos. Éste decidió trasladarse a Pamplona, dónde convirtió en masa al pueblo pamplonica al cristianismo, incluyendo al jóven Fermín. Convencido de haber hecho lo correcto al abandonar los dioses paganos, Firmo entregó a su primogénito a Honesto para que le formara en la doctrina cristiana. Cuando éste le consideró apto, lo envió a Toulouse para que el obispo Honorato, sucesor de Saturnino, lo ordenase sacerdote, tras lo cuál éste volvió a la actual capital navarra.

Evangelizador de las Galias

Recién cumplidos los treinta años, Fermín abandonó su tierra por última vez para evangelizar las tierras de las Galias vecinas. Allí visitó Agen y Anjou, y después Beauvais, a dónde se dirigió, según Goñi «con entusiasmo y gozo, dispuesto a padecer por Cristo habiéndose enterado de que Valerio, gobernador de los belovacos, perseguía a los cristianos y los martirizaba». Allí fue encarcelado hasta que, muerto Valerio en una revuelta militar, acabó siendo liberado por sus sucesores.
El siguiente destino de San Fermín fue Amiens, dónde acabaría sufriéndo martirio a manos de Sebastián, el gobernador de la provincia, quién, azuzado por la persecución religiosa contra los cristianos decretada por el emperador Diocleciano, mandó apresarlo y decapitarlo. «Ordenó sus soldados que lo prendieran y lo encerraran en la cárcel, indicándoles que lo decapitaran silenciosamente por la noche y que escondieran su cuerpo para que no lo encontraran los cristianos y le tributaran honores» escribe Goñi. Precisamente para recordar esta decapitación los actuales corredores de los Sanfermines se anudan un pañuelo rojo al cuello.

miércoles, 6 de julio de 2016

Santorial de hoy - Tomás Alfield, Beato

Presbítero y Mártir

 
Martirologio Romano: En Londres, Inglaterra, beato Tomás Alfield, presbítero y mártir, que al ser torturado abjuró de la fe católica y, pese a ello, fue expulsado de Inglaterra, pero después, arrepentido, volvió a ese país y, reinando Isabel I, fue ahorcado en el patíbulo de Tyburn por haber divulgado una apología en favor de los católicos ( 1584).


Fecha de beatificación: 15 de diciembre de 1929 por el Papa Pío XI

Nació en Glucester, en el seno de una familia anglicana. Estudió en Eton y Cambridge; era profesor del colegio de Saint John’s de Cambridge cuando se convirtió a la iglesia católica. Como consecuencia tuvo que dejar su cátedra. Marchó al extranjero para ordenarse sacerdote en Douai (1576) y Reims, donde recibió la ordenación en el 1581.
Regresó a Inglaterra; fue arrestado en 1582, y encarcelado en la Torre de Londres donde fue sometido a crueles torturas, y para librarse de ellas, abjuró del catolicismo y prometió volver a la fe anglicana. Pero en cuanto estuvo libre su conciencia lamentó su debilidad y volvió a Reims para solicitar su reingreso en el catolicismo y su perdón. Obtuvo ambas cosas e incluso se le permitió volver a la misión inglesa. Ya en Inglaterra fue un gran propagador del libro del cardenal Allen “True and Modest Defence”, con el que el fundador del colegio de Douai quería refutar la obra de Surgley “Execution of Justice”, en la que negaba el carácter de mártires a los misioneros ejecutados, asegurando que eran simplemente traidores. Junto con él difundió también el libros Tomás Webley, que sería ejecutado con él.
Localizado de nuevo y arrestado, esta vez resistió la tortura, defendiendo brillantemente su causa y el libro de Allen ante el tribunal y por esto fue ahorcado y descuartizado en Tyburn, Londres, como traidor.


Nota: la imagen grafica el tipo de tormento que recibían los mártires en Inglaterra, no corresponde al beato cuya biografía se presenta en este artículo.



viernes, 1 de julio de 2016

Santorial de hoy - Simeón el Loco

Martirologio Romano:En Emesa, ciudad de Siria, san Simeón, llamado “Salos”, que, impulsado por el Espíritu Santo, por amor a Cristo anheló ser tenido por los hombres como un tonto y un plebeyo. Conmemoración también de san Juan, ermitaño, que convivió durante casi treinta años con san Simeón, peregrinando con él y haciendo también a su lado vida eremítica junto al Mar Muerto.
 
 


Reza el refrán castellano que "cada maestrillo tiene su librillo" refiriéndose a los modos diversísimos de enseñar a los demás lo que cada uno sabe. Luego, la ciencia pedagógica se encarga de proponer a los pedagogos la mejor manera de transmitir el saber en cada una de las materias, dictando normas y diciendo lo que se puede y lo que no se puede hacer para conseguir que los alumnos aprendan más y los maestros desperdicien menos su energía y su tiempo. Incluso se necesitan títulos, diplomas, cursos bien aprovechados, conocimientos de técnicas para programar, concretar objetivos, distribuir por tiempos y evaluar los resultados para llegar a ser un excelente maestro e incluso conseguir un puesto de trabajo. Así hemos complicado las cosas hoy. Simeón, como vamos a ver, rompió los esquemas de la pedagogía de todos los tiempos. Se le cataloga como anacoreta y lo que cabe esperarse de tal sujeto es el retiro en el desierto, la vida de oración y la ascesis de la penitencia; con todo ello, el solitario da testimonio y buen ejemplo que estimula al resto de los mortales creyentes a ser menos egoísta, más piadoso y también mejor dispuesto a hacer el bien al prójimo con quien convive. De esta manera vivió treinta años Simeón, pero se salió de anacoreta y se convirtió voluntariamente en Loco.

Nació en Emesa el año 522. A los treinta años se fue a la parte del desierto donde el abad Nicon tenía sus dominios, ayudando a sus monjes en la entrega y recordándoles los compromisos adquiridos. Pasados treinta años de soledad, oración y penitencia decide dejar el retiro para convertirse en su pueblo en el estrafalario loco que entre risas, chanzas, lloros, brincos, gritos, gracias, amenazas, consejos, chistes, conducta de lunático y actitudes de escándalo para los buenos, acaba siendo la conciencia moral del pueblo. Y es que Simeón no quiso ser un santo de cliché, ni de esquema. Ni siquiera quiso enseñar el Evangelio como mandan los cánones; tuvo su estilo y, poniéndolo en práctica, consiguió, siendo Loco, hablar del Reino. No es la leyenda, la imaginación o la fábula la que nos presenta su imagen; es un personaje bien definido en la época, en la geografía y en el modo razonado de actuar del modo menos razonable que se pueda pensar; veinte años después de muerto, el obispo de Chipre, Leoncio, escribió su vida y milagros bien probados que le contó el diácono Juan, de Emesa, entre Damasco y Antioquía, que supo ver con los años la santidad de este Simeón Salos -así dice loco en sirio- que se propuso jugar con el mundo y reírse de él.

Comenzó su hazaña en la Edesa que le vió nacer en otro tiempo, arrastrando a un perro muerto que encontró en el basurero próximo, atándole una pata al ceñidor de esparto de su hábito, corriendo y gritando por el pueblo y llevando tras de sí una bulliciosa nube de chiquillos que gritaban al unísono entre risas y burlas persiguiendo al monje que se comportaba de tal guisa y que extrañó tanto a los serios del pueblo. El primer domingo no hace otra cosa que tirar nueces a las velas del altar con el acierto de apagarlas, y cuando se indignaron el presbítero y sus feligreses, se subió al púlpito y tiró las que le quedaban a las mujeres piadosas del templo. Volcó las mesas de los vendedores de bollos y repostería para la ofrenda del culto, consiguiendo una buena paliza. Contratado para vender verduras por un tabernero, repartió entre los pobres la mercancía y dijo al de los vinos que "le había encargado a Dios le guardara su dinero"; reñía entre seriedad y risas a los borrachos diciéndoles que arruinaban su vida, mientras él bebía un vaso de buen vino; los clientes ríen sus ocurrencias y se preocupan con sus ridículas máximas de chiflado por lo que el negocio no le disminuye al tabernero; pensando los dueños que quizá no estuviera tan loco el Loco abad, decidió Simeón inventar otra locura que le evitara una posible racha buena: estando dormida la dueña, entra en su habitación, comienza a desnudarse, grita la señora y rueda las escaleras hasta la calle por los mamporros que le propina el tabernero. Vive en una cueva, la suciedad y el desaliño son ahora su propiedad, pero pasea por el pueblo adornado con ramas de palmera en la cabeza y colgantes de uvas y de ajos; así va a la plaza del pueblo predicando conversión; el Loco, entre risas y saltos, se retuerce como un reptil por el suelo, con los puños cerrados amenaza destrucción, para la gente es un cínico y lunático, simple, loco o brujo. Para que no quepa ninguna duda de su maldad, a las mozas peligrosas por su belleza las deja con los ojos estrábicos, aunque las vuelve guapas de nuevo si dejan que les bese los ojos tuertos, permitiendo se les aproxime con su rala y sucia barba. No se sabe cómo, pero no le faltan cinco sueldos para organizar mesa y comida para pobres en la plaza del pueblo; si alguien pensó que eso era cosas de buenos, pregunta a las de vida alegre si aceptan su amistad y así se ve que es para vicio su dinero (quizá quepa reseñar que algunas de ellas terminaron en convento). Como dijeron que no probaba bocado en la Cuaresma, apareció a la salida de la Iglesia un Jueves Santo devorando -que no comiendo- medio cordero. Busca ocasiones de infamia, aceptando la calumnia de una criada joven embarazada de ser el padre de lo que lleva en su seno; a la hora del parto confesó la pobrecilla a su señora la mentira, descubriendo la estrategia del Loco que la cuidó con esmero todo el tiempo del embarazo, como si verdad hubiera sido su aserto.

¿Por qué el santo decidió ser Salos dejando de ser cuerdo? Cuando era anacoreta, se acostumbró a la pobreza, no le costaba ser casto, le importaba poco la soledad, no le escocía la falta de sueño, el trabajo era normal, comer yerbas cocidas no tenía más interés, el calor, el frío y la penitencia dura no le metían en el lecho. Todo era poco por Cristo; Él merecía más de eso. Pero la soberbia, el amor propio, el orgullo, la fama era otro cuento; que le dijeran "santo" le daba gozo y que le llamaran "penitente observante" le traía consuelo; sí, de novicio, de profeso, de asceta consagrado... siempre tenía serpeando la soberbia enredada en su cuerpo. Amando a Dios tanto, pensó que era preciso reírse de sí, del mundo y llegar al desprecio. La locura era buen recurso para limpiar el desierto del orgullo que bajo capa de santo se puede encerrar en el anacoreta de su tiempo, porque parecía intentar batir récords de hambres y querer superar marcas de penitencias anteriores. Para hacer el bien, sin peligro de que le llamaran "bueno", la locura fue el remedio cierto; así podía aparecer como frívolo, malo, juerguista, pecador, tonto, necio, Loco o Salos que es lo mismo.

Si, además, a Dios le gustó el trabajo de su bufón risueño, profeta, taumaturgo, excéntrico escandaloso, payaso que sompía el envaramiento tieso de los creyentes premiándolo con milagros ¿qué "peros" podremos ponerle al método pedagógico de Simeón Salos?

jueves, 30 de junio de 2016

PROGRAMA DE HOY, LA MISERICORDIA DE DIOS



- ¿Tiene limite la misericordia de Dios?
- ¿En que parte de la biblia podemos ver la misericordia de Dios?
Este tema nos trae este jueves 30 de junio la Parroquia Nuestra Señora del Carmen en nuestro programa de radio , a partir de las 20h00, no te olvides sintonizarlos , por Radio Católica Cuenca 98.1 fm o a través de online visitando la siguiente dirección:

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Santo del Día - Mártires de la persecución de Nerón luego del incendio de Roma

Mártires de la persecución de Nerón luego del incendio de Roma

La celebración de hoy, introducida por el nuevo calendario romano universal, se refiere a los protomártires de la Iglesia de Roma, víctimas de la persecución de Nerón después del incendio de Roma, que tuvo lugar el 19 de julio del año 64.

¿Por qué Nerón persiguió a los cristianos? Nos lo dice Cornelio Tácito en el libro XV de los Annales: “Como corrían voces que el incendio de Roma había sido doloso, Nerón presentó como culpables, castigándolos con penas excepcionales, a los que, odiados por sus abominaciones, el pueblo llamaba cristianos”.





En tiempos de Nerón, en Roma, junto a la comunidad hebrea, vivía la pequeña y pacífica de los cristianos. De ellos, poco conocidos, circulaban voces calumniosas. Sobre ellos descargó Nerón, condenándolos a terribles suplicios, las acusaciones que se le habían hecho a él. Por lo demás, las ideas que profesaban los cristianos eran un abierto desafío a los dioses paganos celosos y vengativos... “Los paganos—recordará más tarde Tertuliano— atribuyen a los cristianos cualquier calamidad pública, cualquier flagelo. Si las aguas del Tíber se desbordan e inundan la ciudad, si por el contrario el Nilo no se desborda ni inunda los campos, si hay sequía, carestía, peste, terremoto, la culpa es toda de los cristianos, que desprecian a los dioses, y por todas partes se grita: ¡Los cristianos a los leones!”.

Nerón tuvo la responsabilidad de haber iniciado la absurda hostilidad del pueblo romano, más bien tolerante en materia religiosa, respecto de los cristianos: la ferocidad con la que castigó a los presuntos incendiarios no se justifica ni siquiera por el supremo interés del imperio.

Episodios horrendos como el de las antorchas humanas, rociadas con brea y dejadas ardiendo en los jardines de la colina Oppio, o como aquel de mujeres y niños vestidos con pieles de animales y dejados a merced de las bestias feroces en el circo, fueron tales que suscitaron un sentido de compasión y de horror en el mismo pueblo romano. “Entonces —sigue diciendo Tácito—se manifestó un sentimiento de piedad, aún tratándose de gente merecedora de los más ejemplares castigos, porque se veía que eran eliminados no por el bien público, sino para satisfacer la crueldad de un individuo”, Nerón. La persecución no terminó en aquel fatal verano del 64, sino que continuó hasta el año 67.

Entre los mártires más ilustres se encuentran el príncipe de los apóstoles, crucificado en el circo neroniano, en donde hoy está la Basílica de San Pedro, y el apóstol de los gentiles, san Pablo, decapitado en las “Acque Galvie” y enterrado en la vía Ostiense. Después de la fiesta de los dos apóstoles, el nuevo calendario quiere celebrar la memoria de los numerosos mártires que no pudieron tener un lugar especial en la liturgia.


miércoles, 29 de junio de 2016

Santo del Día Solemnidad de san Pedro y san Pablo

Santo del Día

Solemnidad de san Pedro y san Pablo

Cristo eligió de entre los doce a Pedro y lo puso al frente

Los dos santos que celebramos hoy son de los más fundamentales de la Iglesia. Por mucho que hubiéramos deseado abreviar la lectura, ha resultado imposible hacerlo en menos espacio que el que se ha utilizado. Se trata de dos artículos prácticamente independientes, que aprovechan muchas partes del Butler-Guinea: todo el dedicado a Pedro (tomo II, pág. 674ss) y casi todo el dedicado a Pablo (679ss), pero incorpora elementos que no eran críticamente seguros en época de la edición de esos artículos, y lo son ahora. No he hecho una diferencia visual (comillas, cursiva, etc) entre lo que dice el Butler-Guinea y lo que he agregado por mi cuenta, porque no se trata de una edición crítica del Butler-Guinea sino de ayudar, en la medida de lo posible a introducirse en estos fundamentales personajes de la historia de nuestra Iglesia, quien esté interesado en conocer esas diferencias, puede compararlos; lo que sí deben tener en claro los copipasteros de internet, que éste no es el artículo del Butler-Guinea, y que si habitualmente hago correcciones personales en los artículos, en éstos esas correcciones han sido mucho mayores. Por ese motivo no lo firmo con «Butler-Guinea» sino con mi nombre, aunque en la balanza hay más frases sacadas de esa gran obra que escritas por mí.

San Pedro

La historia de san Pedro, tal como la cuentan los Evangelios, es muy conocida y no hay necesidad de relatarla aquí en detalle. Sabemos que era galileo, que tenía su casa en Betsaida, que estaba casado, que era pescador y que era hermano del apóstol san Andrés. Portaba el nombre de Simón, pero el Señor, en el primer encuentro que tuvo con él, le dijo que se llamaría Cefas, el equivalente, en arameo, de la palabra griega que significa «piedra» y que, en su forma española, derivó hasta convertirse en el apelativo Pedro. Nadie que haya leído, aunque sea superficialmente, el Nuevo Testamento, habrá dejado de advertir el sitio predominante que se le otorga siempre entre los primeros seguidores de Jesús. Fue él quien actuó como portavoz de los demás, al proclamar una sublime profesión de fe:«¡Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo!» (Mt 16,16; Mc 8,29; Lc 9,20). A él personalmente le dirigió el Salvador estas palabras, con una solemnidad que no tiene paralelo en los Evangelios: «¡Bendito seas, Simón, hijo de Jonás, porque no han sido la carne ni la sangre las que te revelaron estas cosas, sino mi Padre que está en los Cielos! Y Yo te digo que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella; a ti te daré las llaves del Reino de los Cielos: y todo lo que tú atares en la tierra, atado quedará en el cielo; y lo que desatares en la tierra, quedará desatado en el cielo» (Mt 16,17).

No menos familiar es la historia de la triple negativa de Pedro hacia su Maestro, no obstante la advertencia que Él mismo le había hecho sobre el particular. El caso fue relatado por los cuatro evangelistas con una abundancia de detalles que parece exagerada ante la pequeñez del suceso, si se le compara con los otros incidentes en la Pasión de Nuestro Señor y, esta misma singularización aparece como un tributo a la elevada posición que san Pedro ocupaba entre sus compañeros. Por otra parte, si bien las advertencias de Jesús no fueron tomadas en cuenta por el Apóstol, tengamos presente que estuvieron precedidas por otras palabras, asombrosas y desconcertantes por su extraño cambio del plural al singular en la misma frase: «Simón, Simón, mira que Satanás va tras de vosotros para zarandearos como el trigo en la criba; mas yo he rogado por ti, a fin de que tu fe no parezca; y tú, cuando te conviertas, confirma a tus hermanos» (Lc 22,31). Igualmente impresionante es la triple reparación que el Señor, con acentos de ternura, pero con una insistencia rayana en la crueldad, le pidió a su avergonzado discípulo junto al Lago de Galilea: «Cuando hubieron comido, Jesús le dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Juan, ¿me amas tú más que éstos? Él respondió: Sí, Señor, Tú sabes que te amo. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas. Después volvió a decir: Simón, hijo de Juan, ¿me amas? Simón le respondió: ¡Sí, Señor; Tú sabes que te amo! Y Él le dijo: Apacienta mis ovejas. Y por tercera vez le repitió: Simón, hijo de Juan, ¿me quieres? Y él repuso: ¡Señor! ¡Tú, que sabes todas las cosas, bien sabes que te amo! Jesús volvió a decir: Apacienta mis ovejas» (21,15ss). Todavía más maravillosa es la profecía que Jesús hizo a continuación: «En verdad, en verdad, yo te digo: cuando tú eras joven te ceñías a ti mismo e ibas donde querías. Pero cuando seas viejo, extenderás las manos para que otro te ciña y te conduzca a donde tú no quieras». «Y esto -agrega el evangelista- lo dijo para significar por cuál muerte habría de glorificar a Dios».

Después de la Ascensión, nos encontramos con que san Pedro se halla aún en primer plano. A él se le nombra primero en el grupo de los Apóstoles y se indica que moraba con los demás en «una habitación alta», donde«todos, animados de un mismo espíritu, perseveraban juntos en oración con las mujeres y con María, la Madre de Jesús y, sus hermanos» (Hech 1,13-14), hasta la venida del Espíritu Santo, el día de Pentecostés. También fue Pedro quien tomó la iniciativa al elegir un nuevo apóstol en el lugar de Judas y el que primero habló a la muchedumbre para darle testimonio de «Jesús de Nazaret, un hombre autorizado por Dios a vuestros ojos, con los milagros, maravillas y prodigios que, por medio de Él, ha hecho entre vosotros, a quien Dios ha resucitado, de los que todos nosotros somos testigos». Y se agrega más adelante: «Oído este discurso, se compungieron sus corazones y dijeron a Pedro y los demás: Hermanos, ¿qué es lo que debemos hacer? A lo que Pedro respondió: Haced penitencia y sea bautizado cada uno de vosotros en el nombre de Jesucisto». Entonces, «los que habían recibido su palabra, fueron bautizados» y se agrega que aquel día se añadieron a la Iglesia, «cerca de tres mil personas». También se ha registrado a Pedro como al primero que realizó un milagro de curación en la Iglesia cristiana. Un hombre cojo de nacimiento, se hallaba al borde del camino por donde Pedro y Juan subían hacia el Templo a orar y les rogó que le diesen limosna. «Pedro entonces, fijando con Juan la vista en aquel pobre, le dijo: Mira hacia nosotros. Él los miraba de hito en hito, en espera de que le diesen algo. Mas Pedro le dijo: Plata y oro yo no tengo, pero te doy lo que tengo. En el nombre de Jesucristo Nazareno, levántate y camina. Y tomándole de la mano derecha lo levantó, y al instante se le consolidaron las piernas y los pies. Y dando un salto, se puso en pie y echó a andar, y entró con ellos en el templo por sus propios pies, saltando y loando a Dios» (Hech 3).

Al iniciarse la persecución que culminó con el martirio de san Esteban en presencia de Saulo, el futuro Apóstol de los Gentiles, la mayoría de los nuevos convertidos a las enseñanzas de Cristo se dispersaron, pero los Apóstoles permanecieron agrupados en Jerusalén, hasta que llegaron noticias sobre la acogida favorable que habían recibido en Samaría las predicaciones de san Felipe el Diácono. Entonces, san Pedro y san Juan se trasladaron a aquellas comarcas e impusieron las manos (lo que está en la base del desarrollo posterior de la confirmación como sacramento independiente) sobre los que san Felipe había bautizado. Entre éstos se hallaba un hombre al que conocemos con el nombre de Simón el Mago, quien presumía de poseer ocultos poderes y había adquirido mucha fama por sus hechicerías (Hech 8,18ss). Al ver el Mago lo que sucedía con los recién confirmados, se acercó a los Apóstoles para decirles: «Dadme a mí también esa potestad, para que cualquiera a quien imponga yo las manos, reciba el Espíritu Santo». Pero, aun cuando ofreció dinero, no obtuvo más que una rotunda negativa. Pedro le dijo: «Perezca tu dinero contigo; pues has juzgado que se alcanzaba por dinero el don de Dios», de donde llamamos «simonía» al pecado de la venta de los dones sagrados. En la literatura apócrifa conocida como las «Pseudo-clementinas», se representa a Simón el Mago, en una época posterior, al encontrarse con san Pedro y entablar una larga discusión con él y con san Clemente, mientras viajan de una a otra de las ciudades marítimas de Siria, en su travesía a Roma. Todavía antes que las Clementinas, san Justino Mártir (que escribió por el año de 152), declara que Simón el Mago fue a Roma, donde se le honró como a una deidad; pero debe admitirse que las evidencias citadas por Justino sobre este particular, son muy poco satisfactorias. También en las apócrifas «Actas de san Pedro» hay una dramática historia sobre los intentos del Mago para ganarse la voluntad de Nerón por medio de demostraciones de sus poderes ocultos, de los que pensaba valerse para volar por los aires. De acuerdo con aquella leyenda, san Pedro y san Pablo estaban presentes y, por medio de sus oraciones, anularon los poderes mágicos de Simón que, al emprender el vuelo, cayó a tierra y, poco después, murió a consecuencia de las heridas. Muchos otros relatos contradictorios son relatados por Hipólito (en su Philosophumena) y varios escritores antiguos, siempre en torno a una discusión, a un conflicto entre Simón el Mago y los dos grandes Apóstoles, con Roma por escenario. A pesar de la debilidad de las evidencias, hubo una inclinación general entre los escritores cristianos primitivos, como por ejemplo san Ireneo, para considerar a Simón el Mago como «padre de los herejes», y en eso debe haber algo de simbólico, porque los antagonistas del Mago eran siempre san Pedro y san Pablo, los representantes de la verdad cristiana en la capital del mundo de entonces.

Casi todo lo que sabemos de cierto sobre la existencia posterior de san Pedro, procede de los Hechos de los Apóstoles y de algunas alusiones en sus propias Epístolas y en las de San Pablo. Tiene particular importancia el relato sobre la conversión del centurión Cornelio, puesto que, a raíz de aquel acontecimiento, surgió el debate sobre la continuación de la práctica del rito de la circuncisión y el mantenimiento de la prescripción de la ley judía para no mezclarse con los gentiles ni comer algunos de sus alimentos. Con las instrucciones que recibió en el curso de una visión, san Pedro, tras algunos titubeos, llegó a admitir que la antigua costumbre había terminado y que la Iglesia fundada por Cristo, iba a ser para los gentiles lo mismo que para los judíos. San Pablo le dirigió algunos reproches, como sabemos por la Epístola a los Gálatas (cap. 2), al calificarle de oportunista y falto de corazón por aceptar estrictamente aquellos principios. El incidente parece haber estado en relación con el congreso de algunos Apóstoles y ancianos en el Concilio de Jerusalén, pero no se sabe a ciencia cierta si esta reunión fue anterior o posterior a las réplicas que san Pablo dirigió a san Pedro en Antioquía. De todas maneras, fue la palabra de Pedro la que inspiró las conclusiones que adoptó la asamblea de Jerusalén (Hech 15). Aquella resolución decía que los gentiles convertidos al cristianismo, no necesitaban ser circuncidados ni observar la ley de Moisés. Por otra parte, a fin de no herir la susceptibilidad de los judíos, estos podrían abstenerse de la sangre y de comer carne de seres estrangulados, así como se abstenían de la fornicación y de los sacrificios a los ídolos. Estas decisiones fueron comunicadas a los cristianos de Antioquía y sirvieron para calmar las inquietudes de los numerosos fieles en la gran ciudad.

Es posible, aunque no contemos con datos concretos, que antes del «Concilio de Jerusalén» (¿49?), san Pedro hubiese sido, durante dos años o más, el obispo de Antioquía y que también había ido hasta Roma y había tomado posesión de la que habría de ser su sede permanente. Los Hechos registran un incidente trágico al relatar la súbita y violenta persecución de Herodes Agripa I, posiblemente en el año 43. Se afirma que Herodes «mató a Santiago, el hermano de Juan, con la espada» -éste, por supuesto, era Santiago el Mayor, Apóstol, cuya fiesta se celebra el 25 de julio (para la distinción de los Santiagos puede leerse el artículo de Santiago el menor- y que, después, procedió a detener también a Pedro. Pero mientras tanto «la Iglesia, incesantemente, hacía oración a Dios por él», y Pedro, «no obstante que estaba dormido entre dos guardias, atado a ellos con dos cadenas; y los centinelas a las puertas de la prisión, haciendo guardia», fue puesto en libertad por un ángel, y partió en busca de un refugio seguro, tal vez en Antioquía o quizá en Roma. Desde aquel momento, los Hechos de los Apóstoles no vuelven a mencionar a Pedro. La «pasión» de san Pedro tuvo lugar en Roma, durante el reinado de Nerón (54-68), pero no existe ningún relato escrito sobre el suceso. De acuerdo con una antigua tradición, no comprobada, se encerró a san Pedro en la cárcel Mamertina, donde ahora se encuentra la iglesia de San Pietro in Carcere. Tertuliano, quien murió cerca del año 225, dice que el Apóstol fue crucificado; por su parte, Eusebio agrega que (un dato que tomó del autorizado Orígenes, muerto en 253), por expreso deseo del anciano Pedro, la cruz fue colocada cabeza abajo. El sitio debe haber sido el acostumbrado: los jardines de Nerón, escenario de tantos dramas terribles y gloriosos por aquel entonces.

La tradición que otrora se aceptaba por lo común, de que el pontificado de san Pedro duró veinticinco años, no es probablemente más que una deducción, fundada en datos cronológicos inconsistentes. También hay una hermosa leyenda (en la que se basa la famosa novela de Sinkiewicz) donde se narra que, a instancia de los cristianos de Roma, ansiosos por salvar a su obispo de una muerte segura, partió san Pedro de la ciudad y, en el camino, se encontró al Señor que venía en sentido contrario; el Apóstol le preguntó: «¿Quo vadis, Domine?» (¿A dónde vas, Señor?), a lo que Jesús repuso: «Voy a Roma, para ser crucificado por segunda vez» y, al instante, san Pedro emprendió el regreso a Roma, porque había comprendido que aquella cruz de que habló el Salvador, le estaba destinada. San Ambrosio fue el primero en relatar esta leyenda, en el curso de su sermón contra Auxencio. La coincidencia de algunos puntos del relato con los pensamientos expresados en los versículos 4 y 5 del himno "Apostolorum Passio", explica, como lo indica A. S. Walpole, que se haya atribuido ese poema a san Ambrosio.

No es éste el lugar apropiado para discutir las objeciones que, de tanto en tanto, se han hecho contra el episcopado y el martirio de san Pedro en Roma. Tal vez sea cierto, por otra parte, que ninguno de los investigadores más serios de la actualidad pone en tela de juicio la cuestión, porque consideran que las evidencias de documentos y monumentos, es suficiente y decisiva. Pero sí podemos hacer breves referencias sobre numerosos indicios de una antiquísima y vigorosa devoción popular por san Pedro y san Pablo en la Ciudad Eterna. De acuerdo con un punto de vista aceptado por la mayoría de los arqueólogos, en el año de 258, los cadáveres de san Pedro y de san Pablo fueron exhumados de sus respectivas tumbas en la Vía Ostiense, junto al Vaticano, para sepultarlos en un lugar oculto sobre la Vía Apia. Las excavaciones que se practicaron entre 1915 y 1922, tenían por objeto descubrir ese lugar oculto, o por lo menos algunos vestigios de él, pero las investigaciones no fueron coronadas por el éxito. Sin embargo, ahí se encontró el agujero o pozo de una «kymbe» de donde se derivó el nombre ahora común de catacumba. El lugar se llamó ad catacumbas, debido a que su característica más sobresaliente era una serie de tumbas o cámaras sepulcrales, construidas en el muro del pozo o de la depresión natural del terreno.

Junto a aquellos sepulcros, se encontró el muro de una espaciosa sala abierta por uno de sus lados, que pudo haber sido construida alrededor del año 250. Por las decoraciones del muro y otros detalles, se trataba evidentemente de un lugar para las reuniones de carácter comunitario o ceremonial. Hay buenas razones para suponer que aquella sala fue el escenario de las reuniones que hacían los cristianos primitivos y que llamaban «ágapes» (que deriva de la palabra griega «agápe», que significa «amor»). No hay duda posible de que las placas de yeso que estaban adheridas al muro, tenían grafiti o escrituras que, con seguridad, datan de la segunda mitad del siglo tercero. Se podría pensar que los miembros de aquel grupo eran personas de mala educación que se entretenían en garabatear sus expresiones piadosas en las paredes, pero lo cierto es que, en todas y cada una de las inscripciones fragmentarias, se pone de manifiesto la devoción por los santos Pedro y Pablo, de una manera o de otra. He aquí algunas muestras:

«PETRO ET PAULO TOMIUS COELIUS REFRIGERIUM FECI»; el refrigerium se llamaba a lo que se ofrecía de comer o de beber en aquellas reuniones y de lo que invariablemente se apartaba algo para los cristianos más pobres, de manera que la inscripción podría traducirse así: «Yo, Tomius Celius, ofrecí un refrigerio en honor de Pedro y Pablo».

«DALMATIUM BOTUM IS PROMISIT REFRIGERIUM», «Por juramento, Dalmacio prometió ofrecer un refrigerio para ellos».

Algunos de los escritos son simples invocaciones:

«PAULE ET PETRE PETITE PRO VICTORE», «Pablo y Pedro, pedid por Víctor».

«PETRUS ET PAULUS IN MENTE ABEATIS ANTONIUS BASSUM», «Pedro y Pablo, tened presente a Antonio Basso».

Las inscripciones, cándidas, espontáneas, y escritas, muchas veces, con graves faltas de ortografía, indican que existía un culto muy acendrado por los santos Pedro y Pablo en aquel lugar. La mayoría están escritas en latín y algunas en griego, pero hay muchas frases en latín, escritas con caracteres griegos. Ya dijimos que las placas de yeso estaban rotas y sus inscripciones eran fragmentarias y algunas, ilegibles, pero en ochenta del número total, aparecen los nombres de los santos Apóstoles, a veces el de Pedro primero o viceversa. No hay duda, por lo tanto, de que en la segunda mitad del siglo tercero, de acuerdo, en consecuencia, con una indicación del calendario Filocaliano (del año 324) que conmemora una traslación o una fiesta de los dos Apóstoles, en el 258, y en las catacumbas, de que existía por aquel entonces y en aquel lugar, una gran devoción por los dos Patronos de Roma.

Ya a principios del siglo tercero afirmaba Cayo, según cita de Eusebio (Libro III, cap 25,6-7), que el lugar del triunfo de san Pedro se encontraba en la colina del Vaticano; el sitio del martirio de san Pablo se veneraba en la Vía Ostiense. El padre Delehaye y algunos otros hagiógrafos distinguidos sostienen que los cuerpos de los dos Apóstoles fueron sepultados ahí desde un principio, y nadie los ha tocado; otros sugieren que fueron temporalmente sepultados en la Vía Apia, inmediatamente después del martirio, hasta que se construyeron sepulcros o santuarios en los mismos lugares de su muerte. En cualquier caso, la inscripción hecha por el papa san Dámaso I (muerto en 384), en un sitio próximo a San Sebastián, no significa que ahí hubiesen estado sepultados los dos Apóstoles, sino que era la conmemoración de alguna fiesta instituida en 258, que por alguna razón se celebraba en las catacumbas.

En fecha posterior a la época en que se escribió lo anterior, se practicaron excavaciones bajo la basílica de San Pedro. Los resultados de aquellos trabajos, iniciados en 1938, se publicaron profusamente. El sitio y los restos fragmentarios de la tumba del apóstol San Pedro, han sido identificados sin lugar a dudas; pero tanto entonces, como ahora, y tal vez para siempre, está en el terreno de las posibilidades la suposición de que los restos humanos hallados en las próximidades de la tumba sean los de san Pedro. Los descubrimientos en el Vaticano aviviron el interés en los del sitio de san Sebastián; pero, por diversas razones, la teoría de que los restos de san Pedro fueron llevados en el año de 258 a las catacumbas y se quedaron ahí para siempre, es inadmisible.

Al parecer, la fiesta doble de san Pedro y san Pablo ha sido conmemorada siempre, en Roma, el 29 de junio; Duchesne considera que esta práctica se remonta, por lo menos, a los tiempos de Constantino; pero en el Oriente esa conmemoración se asignaba, al principio, al 28 de diciembre. Lo mismo sucedía en Oxyrhynchus, en Egipto, como atestiguan antiguos papiros, hasta el año 536; pero en Constantinopla y en otras partes del Imperio Romano oriental, la fiesta del 29 de junio se aceptó poco a poco. En Siria fue a principios del siglo quinto, como lo sabemos por una nota del «Breviario sirio», que dice así: «28 de diciembre, en la ciudad de Roma, Pablo, el Apóstol y Simón Cefas (Pedro), el jefe de los Apóstoles del Señor», la fecha era la que se observaba en el Oriente.

Hay, por supuesto, abundantísima literatura relacionada con San Pedro, con su vida y sus actos, desde cualquier punto de vista. Los comentaristas de los Evangelios y los Hechos de los Apóstoles suministran la enorme mayoría de los datos con que se practicaron las posteriores investigaciones. Puede consultarse también la complementaria celebración de «La cátedra de san Pedro». Los informes sobre las excavaciones entre 1938 y 1950, fueron publicados en dos volúmenes de texto y uno de ilustraciones; ver un artículo del P. Romanelli, en el Osservatore Romano 19 de diciembre de 1951. Aparecieron numerosos artículos en varios idiomas, para hablar sobre el resultado de las excavaciones: ver en el Journal of Román Studies, vol. XLII (1952). Sobre la persona histórica de Pedro, cualquier comentario bíblico moderno sobre San Mateo, San Lucas, Hechos... abundará en ello. De todos modos hay que guardarse de confundir la perspectiva: una cosa es que el Papa sea el sucesor de Pedro, y otra que cada cosa que se diga del Papa se afirme simultaneamente de Pedro, o viceversa: indudablemente que la figura institucional del Obispo de Roma, se encuentra fundamentada en la figura de Pedro tal como la transmite el Nuevo Testamento, pero sus atribuciones, el modo de ejercer el primado, etc. han ido variando enormemente en el tiempo, y han tomado diversidad de figuras históricas, muchas de las cuales es anacrónico transportarlas a la época de la primera Iglesia.

San Pablo

De entre todos los santos cuyos datos nos proporcionan las Sagradas Escrituras, san Pablo es al que se conoce más íntimamente. No sólo poseemos un registro exterior de sus hechos, proporcionado por san Lucas en los Hechos de los Apóstoles, sino que contamos con las propias revelaciones íntimas de sus cartas que, si bien tenían el propósito de beneficiar a los destinatarios, ponen al desnudo su alma. También hay algunas descripciones sobre su aspecto físico (ver 2Corintios 10,10); un documento del siglo segundo, las llamadas «Actas de Pablo y Tecla», dicen que era un hombro de corta estatura, calvo, ligeramente cojo, vigoroso, sin separación entre las dos cejas, nariz larga, de mirada aguda y atractiva; «a veces parecía un hombre y otras se asemejaba a un ángel». Sin transcribir una buena parte del Nuevo Testamento, sería difícil esbozar un retrato fiel del carácter y la personalidad del Apóstol de los Gentiles; bajo la fecha del 25 de enero se trató la conversión de San Pablo, ahora ha parecido conveniente hacer un resumen de lo que dice san Lucas en los últimos quince capítulos de los Hechos.

Después de que Saulo fue derribado en el camino de Damasco por la voz de Cristo y, de encarnizado perseguidor de los cristianos, se transformara en el más fiel de los siervos del Señor, se curó de la temporal ceguera que le aquejaba y se retiró a «Arabia», donde pasó recluido tres años. De regreso a Damasco, comenzó a predicar el Evangelio con fervor. Pero la furia de los enemigos de su doctrina creció a tal punto que, para salvar la vida, tuvo que escapar escondido en un cesto que se descolgó por la muralla de la ciudad. Se dirigió a Jerusalén, donde, lógicamente, los cristianos y los mismos Apóstoles, a quienes hacía poco perseguía, le miraban con mucha desconfianza, hasta que el generoso apoyo de Bernabé disipó sus temores. Pero no pudo quedarse en Jerusalén, puesto que el resentimiento de los judíos hacia él amenazaba con perderle y, advertido por una visión que tuvo mientras se hallaba en el templo, se refugió, durante algún tiempo en Tarso, su ciudad natal. Hasta ahí fue Bernabé para convencerle de que le acompañase a Antioquía, en Siria, donde los dos predicaron con tanto éxito, que pudieron fundar una numerosa comunidad de creyentes que, en aquella ciudad y por vez primera, se conocieron con el nombre de cristianos.

Al cabo de una estadía de doce meses, Saulo hizo su segunda visita a Jerusalén, en el año 44, junto con Bernabé, para llevar socorro a los hermanos que sufrían de hambre. Ya para entonces, todas las dudas respecto a la sinceridad de Pablo habían quedado disipadas. Después de regresar a Antioquía y, por inspiración del Espíritu Santo, él y Bernabé recibieron la ordenación sacerdotal y partieron hacia una jornada de misiones, primero a Chipre y después al Asia Menor. En Chipre convirtieron al procónsul Sergio Paulo y pusieron en ridículo al falso mago y profeta Elimas, por quien el romano se había dejado engañar. De ahí pasaron a Perge y atravesaron las montañas del Tauro para arribar a Antioquía de Pisidia; continuaron la marcha para predicar en Iconio y luego en Listra, donde -al sanar milagrosamente a un tullido- se los tomó por dioses: Bernabé era Júpiter y Pablo, Mercurio, porque era el que hablaba. Pero entre los judíos de Listra surgieron los enemigos que provocaron una rebelión contra los predicadores; apedrearon a Pablo (desde su visita a Chipre había cambiado su nombre de Saulo por el de Pablo) y lo dejaron por muerto. Sin embargo, no lo estaba y, con ayuda de Bernabé, escaparon para refugiarse en Derbe; a su debido tiempo, continuaron la marcha hacia el ambiente más tranquilo de Antioquía de Siria. En aquella primera expedición transcurrieron unos dos o tres años, puesto que, al parecer, en el año 49, Pablo fue por tercera vez a Jerusalén y estuvo presente en la asamblea -comunmente llamada «Concilio de Jerusalén», por la que se decidió definitivamente la actitud de la Iglesia Cristiana hacia los gentiles convertidos. Probablemente fue en el invierno entre los años 48 y 49, cuando ocurrió en Antioquía, el incidente, registrado en el segundo capítulo de la Epístola a los Galatas, de las reconvenciones hechas a san Pedro por su judaismo conservador.

El lapso entre los años 49 y 52 encontró a san Pablo ocupado en la empresa de su segundo gran viaje. Acompañado por Silas, pasó de Derbe a Listra, sin preocuparse por lo que le había ocurrido ahí la primera vez; pero en esta segunda ocasión, fue cordialmente acogido por los fieles agrupados en torno a Timoteo, cuyos familiares moraban en la ciudad; por otra parte, Pablo se mostró más precavido y no dio ocasión a que los judíos se irritasen contra él y aceptó al circunciso Timoteo, cuyo padre era griego, pero por parte de madre era judío. Junto con Timoteo y Silas, continuó san Pablo su jornada a través de Frigia y Galacia, sin dejar de predicar y de fundar iglesias. Sin embargo, no le fue posible avanzar más por la ruta que seguía hacia el norte, a causa de una visión que tuvo, en la que se le ordenaba devolverse hacia Macedonia. En consecuencia, partió desde la Tróade. El hecho de que esta parte de los viajes, y algunas otras dentro del mismo libro de Hechos, está narrada en primera persona del plural (partimos, llegamos, viajamos, etc.), llevó a la convicción tradicional de que el propio san Lucas formaba parte del grupo de evangelizadores; aunque esto no es unánimemente aceptado por los especialistas en Nuevo Testamento, y en la actualidad existe más bien la convicción de que san Lucas está transcribiendo literalmente un diario de viaje al que tuvo acceso, pero que no fue él mismo el compañero de Pablo; esto permite explicar muchas discrepancias entre lo que Pablo dice en sus cartas acerca de sí mismo y de sus movimientos, y lo que dice Lucas en Hechos.

En Filipo ocurrió el interesante episodio de la joven adivina que, al paso del grupo, comenzó a vociferar: «¡Esos hombres son los servidores de Dios Altísimo!» A pesar de que aquella proclamación parecía ayudar a la causa de san Pablo, éste se volvió irritado hacia la joven y ordenó que la abandonase su espíritu de adivinación. Con aquello, la muchacha quedó desprovista de los poderes que la habían hecho famosa y, sus amos, que obtenían de ello pingües ganancias, comenzaron a lamentarse estrepitosamente y acabaron por llevar a Pablo y a Silas ante los magistrados. Los dos misioneros fueron apaleados y arrojados en la prisión, pero muy pronto, quedaron en libertad, por un milagro. No hay necesidad de describir las incidencias en cada una de las etapas de este viaje. La comitiva atravesó Macedonia, tocó Berea, fue a Atenas y de ahí a Corinto. Se relata que, en Atenas, san Pablo pronunció un discurso en el Areópago y tuvo ocasión de referirse y hacer comentarios, respecto al altar que se había erigido ahí, «al dios desconocido». En Corinto sus prédicas causaron profunda impresión y se dice que permaneció ahí durante un año y seis meses. Parece que, en el año 52, san Pablo partió de Corinto para hacer su cuarta visita a Jerusalén, posiblemente para estar presente en las fiestas de Pentecostés; sin embargo, su estancia fue breve, puesto que, muy pronto, le volvemos a encontrar en Antioquía.

Su tercer viaje abarcó dos años entre el 52 y el 56. Luego de atravesar Galacia, la provincia romana de «Asia», Macedonia y Acaya, retrocedió camino hacia Macedonia donde se embarcó para hacer una quinta visita a Jerusalén. Es posible que, durante este período, pasara tres inviernos en Efeso y fue ahí donde ocurrió el tumultuoso disturbio creado por Demetrio, el platero y tallador, cuando las prédicas de Pablo arruinaron los lucrativos negocios de los mercaderes en la compra y venta de las imágenes de la diosa Diana. Asimismo, se relata la forma indignada con que le recibieron los ancianos en Jerusalén y la conmoción popular que se produjo, cuando el Apóstol hizo una visita al Templo. Ahí fue detenido, maltratado y cargado de cadenas, pero tuvo oportunidad de defenderse brillantemente ante el tribunal. La investigación oficial quedó en suspenso y el reo fue enviado a Cesárea, porque se descubrió la conspiración de cuarenta judíos que habían jurado «no comer ni beber, hasta que Pablo estuviese muerto». Su cautiverio en Cesárea duró dos años, los mismos que gobernaron el distrito los procónsules Félix y Festo, mientras que el proceso judicial aguardaba, en vista de que los gobernadores no podían encontrar prueba alguna de que el reo hubiese cometido un delito merecedor de castigo y, por otra parte, no querían hacer frente a las protestas y violencias populares, si declaraban inocente al reo odiado por los judíos. Entretanto, Pablo «apeló al César»; en otras palabras, exigió, valido en sus derechos de ciudadano romano, que su causa fuese vista por el propio Emperador. Por lo tanto, el prisionero, bajo la vigilancia del centurión Julio, fue enviado a Myra y trasportado de ahí a Creta, en un barco alejandrino con un cargamento de trigo. Aquella nave, sorprendida por un huracán, naufragó frente a las costas de Malta. Tras largas demoras, san Pablo fue embarcado en otra nave que lo condujo al puerto de Puteoli y, de ahí, se trasladó por tierra a Roma. El libro de los Hechos lo abandona en este punto, en espera de su proceso ante Nerón.

Desde entonces, los movimientos y la historia del gran apóstol son muy inciertos. ¿Fue declarado inocente luego de dos años de proceso, y dejado en libertad hasta ser de nuevo apresado y haber muerto en el 67? ¿viajó a España en ese ínterin, como era su deseo (Rom 15,24)? ¿permaneció cautivo más de dos años, hasta su muerte? ¿hubo un cuarto viaje misionero a Macedonia, hacia el 65? El final de Hechos de los Apóstoles deja todo esto abierto:«Pablo permaneció dos años enteros en una casa que había alquilado y recibía a todos los que acudían a él; predicaba el Reino de Dios y enseñaba lo referente al Señor Jesucristo con toda valentía, sin estorbo alguno.» (Hechos 28, final). Pero está claro que Hechos no es un relato biográfico de las personas y las acciones de los Apóstoles, sino un «relato de tesis», en el que se quiere demostrar por qué maneras y caminos el Espíritu fue conduciendo a la Iglesia «hasta los confines del mundo», como lo pide Jesús al inicio del libro; así que, llegado a Roma, símbolo del «confín del mundo», el libro se detiene allí, sin piedad para con nuestra curiosidad histórica, insatisfecha para siempre.
En todo momento de su obra (Lucas-Hechos) san Lucas intenta no mostrar enemistad hacia el mundo pagano, más culpable -en su perspectiva- por ignorancia que por maldad, así que si ese mundo pagano hubiera liberado a Pablo luego de un juicio, habría sido una buena ocasión para consignarlo, en cambio si no cuenta nada sobre cómo terminó el juicio para el que Pablo fue a Roma, es porque posiblemente resultó condenado a muerte. Este argumento es «ex silentio», es decir, «por lo que el autor calló», y por tanto es un argumento que hay que utilizar con prudencia: verdaderamente no sabemos lo que ocurrió con san Pablo luego de esos dos años de los que habla Hechos, pero la hipótesis de que resultó condenado es, según se entiende en la actualidad, de las más plausibles.

Frente a esto, está que las cartas llamadas «Pastorales» (1-2Timoteo, Tito) reflejan una estructura de Iglesia bastante posterior a esa fecha del 62-64 en la que se podría colocar la muerte del Apóstol. En menor medida, lo mismo pasa con las epístolas a los Colosenses y a los Efesios, que reflejan ideas sobre la Iglesia que suponen un desarrollo de varios años con respecto al pensamiento que san Pablo expresaba en Carta a los Romanos. Para que san Pablo pueda ser autor de todo ello, hay que retrasar la muerte lo más posible, no tan cercano al inicio de la década del 60. Sin embargo en la actualidad se aprecia mucho mejor la «pseudoepigrafía», es decir, la costumbre que había en la antigüedad de poner a un escrito la firma de un gran personaje, sin que materialmente lo haya él escrito o inspirado, para indicar que la doctrina allí contenida está en la línea de ese personaje. Conocemos escritos pseudoepigráficos de muchos escritores antiguos, e incluso en la autoría bíblica (por ejemplo en Isaías, Jeremías o Salmos) el atribuir todo a un mismo «gran personaje» es algo normal. Es posible que la autoría paulina de las cartas mencionadas sea una ficción pseudoepigráfica, para destacar la íntima conexión de esas cartas con el pensamiento de san Pablo; ficción que no tiene ningún propósito de engaño, del momento en que para los destinatarios de las cartas habría sido claro que san Pablo había muerto hacía tiempo. Incluso es posible que en esas cartas se hayan conservado fragmentos que sí puedan provenir de mucho antes, de época del propio Pablo (ver para todo esto, la introducción al artículo de los santos Timoteo y Tito).

Parece probable, entonces, que fue procesado en Roma, tras un largo encarcelamiento y, condenado -quizás junto con san Pedro, quizás en el contexto de los mismos años, sin que sea necesariamente junto a él-. Lo que sí puede asegurarse es que, en su calidad de ciudadano romano, la forma de la ejecución tenía que ser distinta a la de Pedro. La tradición firmemente arraigada y, al parecer, digna de confianza, dice que le cortaron la cabeza, en un punto de la Vía Ostiense llamado Aquae Salviae (la actual Tre Fontane), cerca del sitio donde hoy se levanta la basílica de San Pablo Extramuros y donde se venera la tumba del Apóstol. Es creencia común que san Pablo fue ejecutado el mismo día y el mismo año que San Pedro, pero no hay pruebas ciertas sobre ello. Aunque las cartas a Timoteo sean posteriores a san Pablo, la segunda refleja muy acertadamente lo que habrán sido los sentimientos del Apóstol ante el Testimonio que le tocaba dar: «Porque yo estoy a punto de ser derramado en libación y el momento de mi partida es inminente. He competido en la noble competición, he llegado a la meta en la carrera, he conservado la fe. Y desde ahora me aguarda la corona de la justicia que aquel Día me entregará el Señor, el justo Juez; y no solamente a mí, sino también a todos los que hayan esperado con amor su Manifestación.» (2Tim 4,6-8).

También en el caso de San Pablo hay abundante literatura que sería imposible considerar en detalle. Cualquier comentario al Nuevo Testamento incluye, necesariamente, algún trabajo sobre la vida y la teología de san Pablo, tan implicadas una con la otra. Hay que tener de todos modos cierto cuidado con las «vidas» populares de san Pablo, porque suelen querer armonizar todo con todo, la muerte temprana con la autoría de las pastorales, para decirlo con un ejemplo, y terminan produciendo una confusión indiscernible. Está claro que el pensamiento de san Pablo fue completamente decisivo en la fe cristiana, y fue el medio del que se valió la Providencia divina para romper el cerco judaizante en el que los primeros apóstoles, incluyendo a san Pedro, parecían encerrarse.

Artículo publicado por evangeliodeldia.org

PARABOLA DE LA LAMPARA

La Parábola de la Lámpara se encuentra en los Evangelios de Mateo, Marcos y Lucas (Mt 5: 14-16, Mc 4:21-25, y Lc 8:16-18, 11:33-36).

Esta parábola se relaciona con la enseñanza inicial de Jesús y el llamado a los discípulos de transmitir esa enseñanza a los demás: Marcos y Lucas sitúan la Parábola inmediatamente después de la Parábola del Sembrador, mientras que Mateo la ubica dentro del Sermón del Monte en lugar del discurso sobre las parábolas.

Al colocar a la Parábola de la Lámpara tras la Parábola del Sembrador, Marcos y Lucas la interpretan claramente como la consecuencia de escuchar la palabra de Dios de manera fructífera. Si la palabra de Dios ha sido recibida de modo que da frutos – sesenta, ochenta, o hasta cien veces más - entonces es para que el discípulo pueda ser luz para los demás. Es extraordinario pensar que cuando alguien ha recibido la luz de la Revelación, y que ha escuchado y acogido a la palabra de Dios en su vida, entonces él o ella se convierte en una especie de fuente secundaria de luz, de revelación.





Marcos 4:21-25
21 También les dijo: «¿Acaso se trae una lámpara para ponerla bajo un cajón o debajo de la cama? No, una lámpara se pone en alto, para que alumbre. 22 De la misma manera, no hay nada escondido que no llegue a descubrirse, ni nada secreto que no llegue a ponerse en claro. 23 Los que tienen oídos, oigan.»
24 También les dijo: «Fíjense en lo que oyen. Con la misma medida con que ustedes den a otros, Dios les dará a ustedes; y les dará todavía más. 25 Pues al que tiene, se le dará más; pero al que no tiene, hasta lo poco que tiene se le quitará.

 Lucas 8:16-18
16 »Nadie enciende una lámpara para después taparla con algo o ponerla debajo de la cama, sino que la pone en alto, para que tengan luz los que entran. 17 De la misma manera, no hay nada escondido que no llegue a descubrirse, ni nada secreto que no llegue a conocerse y ponerse en claro.
18 »Así pues, oigan bien, pues al que tiene se le dará más; pero al que no tiene, hasta lo que cree tener se le quitará.

Lucas 11:33-36
33 »Nadie esconde la luz que se enciende, ni la pone debajo de un cajón, sino en el candelero, para que los que entran vean la luz.34 La lámpara del cuerpo es el ojo. Cuando tu ojo es bueno, también todo tu cuerpo esta lleno de luz; pero cuando tu ojo es malo, también tu cuerpo estará a oscuras.35 Ten cuidado, no sea que la luz que hay en ti resulte ser oscuridad.36 Así que, si todo tu cuerpo está lleno de luz, y no participa de la oscuridad, será todo luminoso, como cuando una lámpara te alumbra con su resplandor.

martes, 28 de junio de 2016

HOY, 65° ANIVERSARIO DE LA ORDENACIÓN SACERDOTAL DE BENEDICTO XVI

Queridos amigos, nuestro querido Benedicto XVI celebra hoy el 65° aniversario de su ordenación sacerdotal. En efecto, en 1951, a la edad de 24 años, fue ordenado sacerdote.

Desde News.va felicitamos cordialmente a Benedicto XVI y le agredecemos de corazón todos estos años de servicio fiel a Jesús y a la Iglesia. Y nos unimos a las palabras que le ha dedicado el Papa Francisco durante la celebración de esta mañana:

"Que Usted, Santidad, siga sintiendo la mano de Dios misericordioso que lo sostiene, que experimente y testimonie el amor de Dios; que, con Pedro y Pablo, siga exultando con gran alegría mientras camina hacia la meta de la fe".

PARABOLA DEL SEMBRADOR

(Mr. 4.1-9; Lc. 8.4-8)

13 Aquel día salió Jesús de la casa y se sentó junto al mar. 2 Y se le juntó mucha gente; y entrando él en la barca, se sentó, y toda la gente estaba en la playa. 3 Y les habló muchas cosas por parábolas, diciendo: He aquí, el sembrador salió a sembrar. 4 Y mientras sembraba, parte de la semilla cayó junto al camino; y vinieron las aves y la comieron. 5 Parte cayó en pedregales, donde no había mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra; 6 pero salido el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó. 7 Y parte cayó entre espinos; y los espinos crecieron, y la ahogaron. 8 Pero parte cayó en buena tierra, y dio fruto, cuál a ciento, cuál a sesenta, y cuál a treinta por uno. 9 El que tiene oídos para oír, oiga. 
 

Propósito de las parábolas

(Mr. 4.10-12; Lc. 8.9-10)

10 Entonces, acercándose los discípulos, le dijeron: ¿Por qué les hablas por parábolas? 11 El respondiendo, les dijo: Porque a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos; mas a ellos no les es dado. 12 Porque a cualquiera que tiene, se le dará, y tendrá más; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. 13 Por eso les hablo por parábolas: porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden. 14 De manera que se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dijo: De oído oiréis, y no entenderéis; Y viendo veréis, y no percibiréis. 15 Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado, Y con los oídos oyen pesadamente, Y han cerrado sus ojos; Para que no vean con los ojos, Y oigan con los oídos, Y con el corazón entiendan, Y se conviertan, Y yo los sane. m 16 Pero bienaventurados vuestros ojos, porque ven; y vuestros oídos, porque oyen. 17 Porque de cierto os digo, que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron.

Jesús explica la parábola del sembrador

(Mr. 4.13-20; Lc. 8.11-15)

18 Oíd, pues, vosotros la parábola del sembrador: 19 Cuando alguno oye la palabra del reino y no la entiende, viene el malo, y arrebata lo que fue sembrado en su corazón. Este es el que fue sembrado junto al camino. 20 Y el que fue sembrado en pedregales, éste es el que oye la palabra, y al momento la recibe con gozo; 21 pero no tiene raíz en sí, sino que es de corta duración, pues al venir la aflicción o la persecución por causa de la palabra, luego tropieza. 22 El que fue sembrado entre espinos, éste es el que oye la palabra, pero el afán de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa. 23 Mas el que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye y entiende la palabra, y da fruto; y produce a ciento, a sesenta, y a treinta por uno.

Parábola del trigo y la cizaña

24 Les refirió otra parábola, diciendo: El reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo; 25 pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue. 26 Y cuando salió la hierba y dio fruto, entonces apareció también la cizaña. 27 Vinieron entonces los siervos del padre de familia y le dijeron: Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, tiene cizaña? 28 El les dijo: Un enemigo ha hecho esto. Y los siervos le dijeron: ¿Quieres, pues, que vayamos y la arranquemos? 29 El les dijo: No, no sea que al arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el trigo. 30 Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero.

Parábola de la semilla de mostaza

(Mr. 4.30-32; Lc. 13.18-19)

31 Otra parábola les refirió, diciendo: El reino de los cielos es semejante al grano de mostaza, que un hombre tomó y sembró en su campo; 32 el cual a la verdad es la más pequeña de todas las semillas; pero cuando ha crecido, es la mayor de las hortalizas, y se hace árbol, de tal manera que vienen las aves del cielo y hacen nidos en sus ramas.

Parábola de la levadura

(Lc. 13.20-21)

33 Otra parábola les dijo: El reino de los cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer, y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo fue leudado.

El uso que Jesús hace de las parábolas

(Mr. 4.33-34)

34 Todo esto habló Jesús por parábolas a la gente, y sin parábolas no les hablaba; 35 para que se cumpliese lo dicho por el profeta, cuando dijo: Abriré en parábolas mi boca; Declararé cosas escondidas desde la fundación del mundo.

Jesús explica la parábola de la cizaña

36 Entonces, despedida la gente, entró Jesús en la casa; y acercándose a él sus discípulos, le dijeron: Explícanos la parábola de la cizaña del campo. 37 Respondiendo él, les dijo: El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre. 38 El campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del reino, y la cizaña son los hijos del malo. 39 El enemigo que la sembró es el diablo; la siega es el fin del siglo; y los segadores son los ángeles. 40 De manera que como se arranca la cizaña, y se quema en el fuego, así será en el fin de este siglo. 41 Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad, 42 y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes. 43 Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos para oír, oiga.

El tesoro escondido

44 Además, el reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo, el cual un hombre halla, y lo esconde de nuevo; y gozoso por ello va y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo.

La perla de gran precio

45 También el reino de los cielos es semejante a un mercader que busca buenas perlas, 46 que habiendo hallado una perla preciosa, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró.

La red

47 Asimismo el reino de los cielos es semejante a una red, que echada en el mar, recoge de toda clase de peces; 48 y una vez llena, la sacan a la orilla; y sentados, recogen lo bueno en cestas, y lo malo echan fuera. 49 Así será al fin del siglo: saldrán los ángeles, y apartarán a los malos de entre los justos, 50 y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes.

Tesoros nuevos y viejos

51 Jesús les dijo: ¿Habéis entendido todas estas cosas? Ellos respondieron: Sí, Señor. 52 El les dijo: Por eso todo escriba docto en el reino de los cielos es semejante a un padre de familia, que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas viejas.

Jesús en Nazaret

(Mr. 6.1-6; Lc. 4.16-30)

53 Aconteció que cuando terminó Jesús estas parábolas, se fue de allí. 54 Y venido a su tierra, les enseñaba en la sinagoga de ellos, de tal manera que se maravillaban, y decían: ¿De dónde tiene éste esta sabiduría y estos milagros? 55 ¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos, Jacobo, José, Simón y Judas? 56 ¿No están todas sus hermanas con nosotros? ¿De dónde, pues, tiene éste todas estas cosas? 57 Y se escandalizaban de él. Pero Jesús les dijo: No hay profeta sin honra, sino en su propia tierra y en su casa. 58 Y no hizo allí muchos milagros, a causa de la incredulidad de ellos.

lunes, 27 de junio de 2016

La parábola del hijo pródigo

La parábola del hijo pródigo es el término popular que describe una de las parábolas de Jesús de Nazaret recogida en el Nuevo Testamento, específicamente en el Evangelio de Lucas, capítulo 15, versículos del 11 al 32. Junto con la parábola de la oveja perdida y la parábola de la moneda perdida conforma una trilogía que recibe la denominación tradicional de parábolas de la misericordia o parábolas de la alegría, y que caracteriza la figura y el mensaje misericordioso de Jesús de Nazaret tal como lo muestra el evangelista Lucas.



11 Contó Jesús esta otra parábola: “Un hombre tenía dos hijos. 12 El más joven le dijo: ‘Padre, dame la parte de la herencia que me corresponde.’ Y el padre repartió los bienes entre ellos. 13 Pocos días después, el hijo menor vendió su partek y se marchó lejos, a otro país, donde todo lo derrochó viviendo de manera desenfrenada. 14 Cuando ya no le quedaba nada, vino sobre aquella tierra una época de hambre terrible y él comenzó a pasar necesidad. 15 Fue a pedirle trabajo a uno del lugar, que le mandó a sus campos a cuidar cerdos. 16 Y él deseaba llenar el estómago de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie se las daba.l 17 Al fin se puso a pensar: ‘¡Cuántos trabajadores en la casa de mi padre tienen comida de sobra, mientras que aquí yo me muero de hambre! 18 Volveré a la casa de mi padre y le diré: Padre, he pecado contra Dios y contra ti, 19 y ya no merezco llamarme tu hijo: trátame como a uno de tus trabajadores.’ 20 Así que se puso en camino y regresó a casa de su padre.
“Todavía estaba lejos, cuando su padre le vio; y sintiendo compasión de él corrió a su encuentro y le recibió con abrazos y besos. 21 El hijo le dijo: ‘Padre, he pecado contra Dios y contra ti, y ya no merezco llamarme tu hijo.’ 22 Pero el padre ordenó a sus criados: ‘Sacad en seguida las mejores ropas y vestidlo; ponedle también un anillo en el dedo y sandalias en los pies.m 23 Traed el becerro cebado y matadlo. ¡Vamos a comer y a hacer fiesta, 24 porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a vivir; se había perdido y le hemos encontrado!’ Y comenzaron, pues, a hacer fiesta.
25 “Entre tanto, el hijo mayor se hallaba en el campo. Al regresar, llegando ya cerca de la casa, oyó la música y el baile. 26 Llamó a uno de los criados y le preguntó qué pasaba, 27 y el criado le contestó: ‘Tu hermano ha vuelto, y tu padre ha mandado matar el becerro cebado, porque ha venido sano y salvo.’ 28 Tanto irritó esto al hermano mayor, que no quería entrar; así que su padre tuvo que salir a rogarle que lo hiciese. 29 Él respondió a su padre: ‘Tú sabes cuántos años te he servido, sin desobedecerte nunca, y jamás me has dado ni siquiera un cabrito para hacer fiesta con mis amigos. 30 En cambio, llega ahora este hijo tuyo, que ha malgastado tu dinero con prostitutas, y matas para él el becerro cebado.’
31 “El padre le contestó: ‘Hijo, tú siempre estás conmigo y todo lo mío es tuyo. 32 Pero ahora debemos hacer fiesta y alegrarnos, porque tu hermano, que estaba muerto, ha vuelto a vivir; se había perdido y lo hemos encontrado.’


viernes, 22 de abril de 2016

Iglesias de Cuenca se unen a la recolecta de víveres este domingo.

FUENTE; https://fotografiasbyyita.wordpress.com/

Este domingo 24 de abril del 2016, las iglesias de Cuenca, se unen a la recolecta de víveres para los damnificados del terremoto ocurrido en nuestro Ecuador. La Vicaria Urbana de nuestra ciudad todo esta iniciativa como parte del apoyo que tiene la iglesia hacia los mas necesitados.


Los cuencanos nos caracterizamos por ser personas muy apegadas a nuestra religión Católica, y visitamos los domingos con toda la familia la iglesia de nuestro barrio, por este motivo, se pide que este día, colaboremos con un granito de arena para nuestros hermanos de varios cantones de la costa ecuatoriana, quienes son los que mas necesitan. 

La recolecta se desarrollara todo el dia en las puertas de las iglesias de nuestra ciudad.

Cumplamos la enseñanza de solidaridad que nos enseña la biblia y la que Jesus nos dejo como principal mandamiento:

"Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros. Ustedes deben amarse unos a otros como yo los he amado. En esto reconocerán todos que son mis discípulos: en que se mana unos a otros."
Jn. 13, 34-35

jueves, 17 de marzo de 2016

La Puerta Santa en Cuenca

La Puerta Santa

El comienzo del Año jubilar está siempre marcado solemnemente por la apertura de la Puerta Santa, por el Papa, en la Basílica de San Pedro en el Vaticano. Pero en este Jubileo de la Misericordia, el Papa Francisco ha deseado igualmente que haya en cada diócesis una Puerta de la Misericordia, de tal manera que, en todo el mundo, todos puedan vivir ese paso jubilar. En nuestra ciudad de Cuenca también se abrió esta puerta, la cual se encuentra en la catedral de Cuenca.

Historia

La tradición de una puerta santa con ocasión de un jubileo se remonta al siglo XV: según la descripción realizada en 1450 por un tal Giovanni Rucellai de Viterbo, fue el Papa Martín V quien, en 1423, abrió por primera vez en la historia la Puerta Santa de la Basílica de San Juan de Letrán. Sus sucesores, en particular el Papa Alejandro VI en 1499, mantuvieron esta tradición y la extendieron a las cuatro basílicas mayores, es decir, además de San Juan de Letrán, las basílicas de San Pedro en el Vaticano, Santa María la Mayor y San Pablo Extramuros.
Antes del jubileo del año 2000, era costumbre que el soberano pontífice abriera la Puerta Santa de la basílica de San Pedro, después delegaba ese poder a un cardenal para la apertura de las puertas en las otras tres basílicas. El Papa Juan Pablo II rompió con esa tradición procediendo él mismo a la apertura y el cierre de cada una de esas puertas. La de la basílica de San Pedro siempre ha sido la primera que se abre y la última que se cierra.

Simbolismo

En 1975, el ritual de la apertura y cierre de la Puerta Santa fue cambiado para poner de relieve el símbolo de la puerta. En cierto modo, hasta 1975, el rito ponía el acento en el muro  que impedía el acceso a la Puerta Santa en tiempo normal. El rito de apertura consistía, pues, en derribar el muro, lo que subrayaba más intensamente el lado excepcional y jubilar. Así, el simbolismo vinculado al rito utilizaba herramientas de albañilería: el martillo para tirar la pared, la paleta para construir, los ladrillos con inscripciones y las marcas del pontificado, agua bendita para bendecir las piedras y los ladrillos, monedas con la efigie del Soberano Pontífice para permitir la datación de la construcción del muro de la Puerta Santa. La puerta en sí no estaba decorada y consistía tan solo en dos batientes de madera no trabajados.

En Navidad de 1975, el rito del cierre de la Puerta Santa fue modificado. El Papa no utilizó la paleta y los ladrillos para comenzar la reconstrucción, sino que cerró simplemente los batientes de  una puerta de bronce. Aunque el muro que encerraba la puerta del exterior fue reconstruido en el interior de la basílica un poco después, el simbolismo evolucionaba para poner el acento, en adelante, en la puerta y no en la pared. 

Una puerta, en la vida diaria, tiene varias funciones, todas adoptadas por el símbolo de la Puerta Santa: marca la separación entre el interior y el exterior, entre el pecado y el orden de la gracia (Mi 7,18-19);

permite entrar en un nuevo lugar, en la revelación de la Misericordia y no de la condenación (Mt 9,13);

asegura una protección, da la salvación (Jn 10,7).

Jesús dijo: “Yo soy la puerta” (Jn 10, 7). Efectivamente, tan solo hay una puerta que abre de par en par la entrada en la vida de comunión con Dios, y esta puerta es Jesús, camino único y absoluto de salvación. Solo se le puede aplicar a Él las palabras del salmista: “Ésta es la puerta del Señor: los justos entran por ella” (Sal. 117, 20).

La Puerta Santa recuerda la responsabilidad que tienen todos los creyentes de cruzar el umbral:

Es una decisión que supone la libertad de elegir y, al mismo tiempo, el valor de abandonar algo, de dejar algo tras de sí. (cf. Mt 13, 44-46)

Pasar por esa puerta significa profesar que Jesucristo es el Señor, afirmando nuestra fe en Él, para vivir la vida nueva que nos ha dado. Es lo que el Papa Juan Pablo II había anunciado al mundo el día mismo de su elección: “¡Abrid de par en par las puertas a Cristo!”

lunes, 14 de marzo de 2016

Misión de la Iglesia: Evangelizar como la Madre Teresa de Calcuta


Aunque la Madre Teresa ya no se encuentre con nosotros en esta tierra, podemos aún beneficiarnos de su sabiduría

En su audiencia general en la festividad de la Epifanía, el Papa Francisco resumió de forma muy bella la misión evangelizadora de la Iglesia: 


"Como los Magos, también hoy muchas personas viven con el «corazón inquieto», haciéndose preguntas a las que no encuentran respuestas seguras… la Iglesia tiene la tarea de identificar y demostrar cada vez más claramente el deseo de encontrar a Dios que está presente en los corazones de cada hombre y mujer”. Continuó diciendo que “para la Iglesia, ser misionera no significa hacer proselitismo; para la Iglesia, ser misionera equivale a manifestar su propia naturaleza: dejarse iluminar por Dios y reflejar su luz. Este es su servicio. No hay otro camino. La misión es su vocación: hacer resplandecer la luz de Cristo es su servicio".

En unas pocas frases, el Papa Francisco nos ha dado mucho que pensar. Primero, la condición de cada corazón humano: inquietos y con un deseo de encontrar a Dios. Segundo, la misión de la Iglesia: sí, evangelización, pero no una evangelización que ejerza presión o que convenza, sino evangelización recibiendo la luz de Dios y luego reflejándola a los otros. Este medio gentil y amoroso de compartir nuestra fe me parece la manera perfecta de evangelizar en este Año de la Misericordia. Pero ¿cómo podemos vivir esto en una manera práctica?

No tenemos que mirar más allá que el ejemplo de los santos para contestar esta pregunta, y no hay quizás nadie en estos tiempos modernos que nos muestre como recibir la luz de Dios y reflejarla a los demás mejor que la Beata Madre Teresa (que será canonizada en Septiembre este año). Aunque ella ya no esté con nosotros en esta tierra, podemos aún beneficiarnos de su sabiduría a través de las sencillas pero profundas palabras que pronunció.
Sus palabras vinieron de una vida de evangelización, del tipo doble de evangelización a la que se refiere el Papa Francisco recibiendo la luz de Dios y reflejándola a los demás.
Recibiendo la Luz de Dios
1.- “Mi secreto es sencillo. Yo oro.”
La Madre Teresa hizo de la oración su prioridad y el centro firme de su vida y su apostolado. Ella consideraba la oración como el poder que dirigía todo lo que hacía. ¿Estamos dispuestos a tomar tan seriamente la oración?
2.- “Dios habla en el silencio del corazón. Escuchar es el comienzo de la oración.”
Cuando pensamos en Madre Teresa pensamos inmediatamente en su trabajo admirable con los pobres pero ella misma nos dice que sólo quería ser un lápiz en las manos de Dios y que todo lo que hizo fue el resultado de Dios trabajando a través de ella. Para que Dios trabaje a través de nosotros debemos abrir nuestros corazones a Él. ¿Apartamos tiempo diariamente para escuchar a Dios? Incluso si ya tenemos el hábito de orar, ¿estamos dejando lugar al silencio en nuestro tiempo de oración?
3.- “La oración nos dará un corazón limpio y un corazón limpio nos permitirá ver a Dios en el prójimo. Y si vemos a Dios en el prójimo, seremos capaces de vivir en paz, y si vivimos en paz, seremos capaces de compartir la alegría del amor al prójimo, y Dios estará con nosotros”.
Madre Teresa nos dice, basada en su propia experiencia, que los frutos de la oración son un corazón limpio, siendo capaces de ver a Dios en el vecino, paz, amor, alegría y la experiencia de la presencia de Dios. Ella encontró estos frutos mientras trabajaba en condiciones que impactarían a cualquiera de nosotros, entre la pobreza más extrema y el sufrimiento más profundo en el mundo. Y aún así, ella experimentó estos bellos frutos de la oración… ¿Necesitamos más razones para orar?
4.- “La alegría es oración; la alegría es fortaleza; la alegría es amor; la alegría es una red de amor con la que se pueden atrapar almas.”
¿Están nuestros corazones llenos de alegría? Si no, ¿oramos para que la alegría de Cristo llene nuestros corazones? Madre Teresa sabía que sobre todo lo demás, la gente es atraída a la alegría y que esta alegría viene a través de la conversación con Dios. Lo que atrajo gente a Madre Teresa no fue un argumento persuasivo o apologética convincente, fue el hecho de que a través de la oración, ella se llenaba de la alegría que sólo Dios puede dar, y al estar llena de esta alegría, ella no podía evitar reflejarlo a todo el que se encontrara.
Reflejando el Amor de Dios
1.- “Esparce amor en todos los lugares adonde vayas. No dejes que nadie venga a ti sin irse más feliz.”
Nuevamente, Madre Teresa nos recuerda que la alegría es la clave para atraer a los demás hacia Dios. ¿Serían nuestras vidas diferentes si mantuviésemos esto en mente a lo largo de nuestro día – en el tráfico, en el supermercado, en nuestro hogar y en el lugar de trabajo? ¿Cuánta gente podríamos ayudar al esparcir amor en nuestras interacciones cotidianas?
2.- “Si juzgas a las personas no tienes tiempo para amarlos.”
Tantas veces he juzgado a alguien por las apariencias, o por una simple interacción, sólo para descubrir luego que estaba completamente equivocada. Esto me ha enseñado a ser menos crítica. Cada persona que conocemos es hecha a imagen y semejanza de Dios, y Madre Teresa nos recuerda que nadie necesita ser juzgado (después de todo, ¿podríamos juzgar a alguien justamente sin conocer la historia de su vida y todos sus pensamientos y sentimientos más profundos?), pero todos necesitan ser amados.
3.- “Nunca sabremos todo el bien que puede hacer una sonrisa.”
Una de mis citas favoritas de Madre Teresa. Es tan sencilla y a la misma vez una de las citas más profundas que jamás haya leído. Si hemos de comenzar una “revolución de ternura” en este Año de la Misericordia, como el Papa Francisco nos ha pedido, sonreírle a la gente que conocemos y con la que nos encontramos sería un gran lugar para comenzar.
4.- “Quiero que te preocupes por tu vecino de al lado. ¿Conoces a tu vecino del al lado?”
Este es un gran desafío. ¿Conocemos a nuestro vecino de al lado? Madre Teresa va directo al grano. Siempre nos desafía a mirar a las personas más cercanas a nosotros cuando pensemos acerca de amor y servicio. Su ejemplo nos enseña que el amor comienza con los miembros de nuestras familias y con nuestros vecinos de al lado, las personas que están más cerca de nosotros… quienes son comúnmente las personas a las que nos resulta más difícil amar, pero quienes además son las personas a las que Dios puso en nuestras vidas por una razón. Si podemos amarlos, amar a extraños será muy sencillo en comparación. Y, cuando consideramos cómo amar a nuestra familia y a nuestro vecino de al lado, no olvidemos las palabras del Papa Francisco en su nuevo libro, "El nombre de Dios es Misericordia":
“Este es un tiempo para la misericordia. La Iglesia muestra su lado maternal, su cara materna, a una humanidad herida. No espera a que los heridos toquen su puerta, ella los busca en las calles, los reúne, los abraza, cuida de ellos, los hace sentir amados… Yo estoy completamente convencido de esto, esto es kairós, nuestra era es kairós de misericordia, un tiempo oportuno”.